Rufino Tamayo nació el 25 de agosto de 1899 en Oaxaca, Oaxaca, México. Sus padres fueron Ignacio Arellanes, zapatero nacido en la ciudad de Oaxaca y Florentina Tamayo, costurera oriunda de Tlaxiaco, Oaxaca. Hacia 1904 la pareja se separó. En 1911 Florentina falleció y su familia, junto con el pequeño Rufino se trasladó a la ciudad de México.
Considerado en el futuro como uno de los grandes artistas del arte mundial, en 1917 Tamayo ingresó en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA/ antigua Academia de San Carlos), donde pronto destacó por sus dotes artísticas. Tras dejar la escuela, en 1921 se emplea como dibujante en el Departamento de Dibujo Etnográfico del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía. Acerca de esa etapa afirmaría: «A todo lo hermoso que encontré en el museo le debo lo que he hecho de mi carrera; fue la reafirmación de mi vocación».
Para ese entonces, el muralismo mexicano apenas había sentado sus bases; de honda raigambre nacionalista, buscaba emancipar a los indígenas y a la clase obrera. Preocupado por la excelencia técnica y estética —rasgos que distinguen su larga trayectoria—, Tamayo aboga por «el arte por el arte» y, en cierto grado, disiente del muralismo por lo exacerbado de su ideología; en plena juventud opinaba que: «pintar indios en los muros era hacer folclor para extranjeros».
Para su primera exposición individual, Tamayo renta un local recién desocupado. El 10 de abril de 1926, el escritor y diplomático Genaro Estrada, inaugura la muestra que incluye un pequeño catálogo con un escrito de Xavier Villaurrutia. De inmediato, el pintor llama la atención de la prensa. Tres meses después, renuncia a sus compromisos laborales y, con algunos ahorros, más el producto de la venta de obra, sin mayores conocimientos de inglés, en compañía de su amigo, el músico Carlos Chávez, parte a Nueva York con la convicción de abrirse camino en el extranjero. Del 19 al 30 de octubre de 1926, la Weyhe Gallery presenta en aquella ciudad Paintings, Watercolors, Drawings, and Woodcuts by Rufino Tamayo. Se sumerge en una especie de laboratorio pictórico en el que explora con fruición diversos estilos que combina con una interesante producción gráfica. En 1928 vuelve a México donde pasa una temporada. Influido por Giorgio de Chirico, entre 1927 y 1932 crea un importante número de obras.
Con el tema El canto y la música, en 1933 Tamayo ejecuta en la Escuela Nacional de Música (ciudad de México) su primer mural al que le seguirán diecisiete murales públicos realizados en México, Estados Unidos, Puerto Rico y Francia.
Junto con su esposa Olga Flores Rivas, con quien contrae matrimonio en 1934, Tamayo, gran maestro del color, vive hasta el final de sus días una intensa vida político-cultural.
Comisionado por la sep y como delegado de la Asamblea Nacional de Productores de Artes Plásticas, en compañía de Olga, en 1936 Tamayo viaja a Nueva York para participar en el American Artist’s Congress. Sucede lo que nunca imaginó: se dan las condiciones para residir en Estados Unidos por muchos años. En 1941 pinta su afamado cuadro Animales. En su producción de 1940 y 1941 se percibe una exigente síntesis que muestra la influencia picassiana.
Producto de la Segunda Guerra Mundial y los bombardeos a Nagasaki e Hiroshima, la percepción artística de Tamayo cambia en forma radical, lo cual se refleja en las telúricas atmósferas de muchos de sus cuadros; el impacto del inicio de la era espacial detona en él un apasionado acercamiento plástico con el Universo. Para entonces, sus pinturas son exhibidas junto a la obra de artistas como: Balthus, Chagall, Matisse, Miró y Picasso.
A partir de 1949 Tamayo reside en París por una década. A raíz de que en 1950 participara en la xxv Bienal de Venecia, es considerado a nivel mundial como uno de los artistas prominentes del siglo xx. Por esa época su pintura paulatinamente se sintetiza al punto que crea algunos cuadros semi abstractos. Por su singular belleza y calidad de factura, su producción gráfica es elogiada y reconocida entre las mejores.
En 1987 Rufino Tamayo cumple 70 años como pintor y se le rinde un gran homenaje nacional; se destaca su magna producción mural, sus cientos de cuadros, los centenares de dibujos, obras gráficas e ilustraciones, sus escritos y su encomiable labor como promotor del arte y la cultura.
Tras haber sido hospitalizado en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (ciudad de México) por fuertes problemas respiratorios, el 24 de junio de 1991 fallece víctima de un infarto agudo. Sus restos reposan en el Museo Tamayo Arte Contemporáneo.
Octavio Paz habla de Tamayo
Rufino Tamayo es uno de los primeros que se rehúsa a seguir el camino trazado por los fundadores de la pintura moderna mexicana. Y su búsqueda pictórica y poética ha sido de tal modo arriesgada y su aventura artística posee tal radicalismo, que esta doble independencia lo convierte en la oveja negra de la pintura mexicana.* La integridad con que Tamayo ha asumido los riesgos de su aventura, su decisión de llegar hasta el límite y de saltarlo cada vez que ha sido necesario, sin miedo al vacío a la caída, seguro de sus alas, son un ejemplo de intrepidez artística y moral. […] La aventura plástica de Tamayo no termina aún y, en plena madurez, el pintor no deja de asombrarnos con creaciones cada vez más deslumbrantes. Mas la obra realizada posee ya tal densidad y originalidad que es imposible no considerarla como una de las más preciosas e irremplazables de la pintura universal de nuestro tiempo tanto como de la mexicana.
* Tamayo ya no está sólo. Los más jóvenes –Soriano, Cuevas, Carrillo, Coronel, etc.- han emprendido por su parte una búsqueda personal y arriesgada, fuera de la corriente oficial.
Paz, Octavio, Tamayo en la Pintura Mexicana, Dirección General de Publicaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1959, p. 14